El problema actual por excelencia en la toma de decisiones que tienen que ver con las finanzas personales es que no se sabe evaluar cuidadosamente la información, pareciera que son montones y montones de números, pero en realidad todo se resume y parte de un elemento sobremanera básico: el sentido común.
El problema actual por excelencia en la toma de decisiones que tienen que ver con las finanzas personales es que no se sabe evaluar cuidadosamente la información, pareciera que son montones y montones de números, pero en realidad todo se resume y parte de un elemento sobremanera básico: el sentido común.
¿Cómo explicarles a nuestros sobrinos en edad escolar el funcionamiento de los signos “menor qué”, “mayor qué”, “igual” y “desigual”?, podríamos usar la misma pedagogía que aplicaron con muchos de nosotros cuando éramos niños: yo recuerdo el cuento del cocodrilo comelón, que cuando le ponían dos platos, uno a cada lado, y el plato más grande estaba a la izquierda, entonces el cocodrilo abría las fauces hacia ese lado (>); y cuando el plato más grande estaba a la derecha, entonces las abría al otro lado (<), y siendo el lado de referencia para la comparación el primero en orden de aparición, podíamos entender que era mayor que el que le seguía (>) o menor que este en caso contrario (<). Del mismo modo, sabíamos que “igual” eran simplemente “dos rayitas iguales en paralelo” (=) y “desigual” era el mismo símbolo pero tachado (≠). Y así fue como además de las operaciones aritméticas –nos lo hayan mencionado por nombre o no– aprendimos también las operaciones lógicas o comparativas. Posteriormente, cuando llegamos a la preparatoria quizás vimos esto en las materias de filosofía y/o de matemáticas a la par, y esto nos preparó a su vez para uno de los pilares implícitos del sentido común en el momento de razonar: la lógica formal.
Cuando analizamos una situación, en nuestro pensamiento se va dando un proceso de comparación similar a un algoritmo computacional, un programador lo estructura y representa a través de un lenguaje de programación, y los académicos más elevados mediante la lógica simbólica suelen hacer demostraciones con los operadores de comparación; de hecho la teoría económica suele desarrollarse en algunas tesis, papers y revistas de divulgación científica en un lenguaje simbólico más o menos elevado para comparar variables entre si –cestas de bienes, precios, tasas de interés, multiplicadores de ingreso, índices de desarrollo…, solamente por mencionar algunos–.
No es para nada necesario que entendamos herramientas en un nivel tan sofisticado, de hecho algunos economistas como Paul Krugman (Nobel de economía, 2008) llamó “textos griegos” a este tipo de material a manera de sátira y para dar a entender que son para los amantes de lo complicado. Para el resto de la población lo ideal sería recomendar los otros dos tipos de textos que menciona: los “de sube y baja” –nivel corporativo– y los “de aeropuerto” –los más básicos–.
Ahora bien, el pensamiento crítico implica evaluar y revisar a conciencia actos y hechos en los que está potencialmente involucrada su conducta mediante ese proceso lógico, y el sentido común no es otra cosa que la forma automática en la que esto sucede en el más simple de los escenarios y en relación directamente proporcional con la experiencia acumulada.
El objetivo principal del pensamiento crítico es llegar al discernimiento, y mediante este se van cribando las opciones que menos nos convenga elegir –las inversiones menos rentables o más riesgosas, los planes de ahorro con menos rendimientos, las hipotecas más caras, las tarjetas de crédito con comisiones más altas, los productos más caros y las facilidades de pago menos accesibles–.
Y lo que principalmente habría que tomar en cuenta para incrementar nuestro nivel de pensamiento crítico es la necesidad de desarrollar mejor algunas habilidades y capacidades básicas como nuestro grado de atención, la práctica de destrezas numéricas, la avidez por aprender cosas nuevas, y sobretodo nuestra disposición para seguir aprendiendo cada día.
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